Golpe a golpe, la sensibilidad rota.
Piedra tallada por lagrimas,
en evaporarse no demoran.
Avanza el hombre gris, impregnando todo a su paso,
sin pensar en su pasado, sin mirar a su costado.
Impenetrable su mirada, tosca la garganta.
Se atraganta con la amargura que la bebida tapa.
Aún allí dentro, una luz descansa,
avergonzada por los golpes y patadas.
Aún así, de vez en cuando se escapa,
conmocionada por la muerte de un zorzal,
vislumbrando que aún queda un poco de humanidad.